Los baños romanos fueron un aporte importante de esta cultura, representan una de las característica definitoria de este imperio. Los baños romanos generalmente se llamaban termas, tomados de la palabra griega que significa caliente, y si eran establecimientos más pequeños o de propiedad privada, a menudo se les llamaba balneae.
Aunque la mayor parte de los romanos acaudalados dispusieran de baños en sus propias casas de ciudad y villas campestres, por medio de calentar una serie de habitaciones o incluso un edificio independiente para ese fin, ello no fue óbice para que frecuentaran los numerosos baños públicos de las ciudades y pueblos de todo el imperio. Esos baños o termas (thermae) públicos eran de propiedad estatal, y a menudo ocupaban la superficie de varias manzanas.
El precio de la entrada era bastante razonable y quedaba dentro del presupuesto de la mayoría de los hombres romanos libres. La superficie que ocupaba el agua en las termas era relativamente pequeña, y el grueso de la edificación estaba destinado a espacios para la práctica de ejercicio, salas de tertulia y lugares de paseo. Dado que para los romanos el día comenzaba al amanecer, por lo general la jornada de trabajo acababa poco después del mediodía. Hacia las 2 o las 3 de la tarde, los hombres acudían a las termas con la idea de dedicar varias horas al deporte, el baño y la conversación, después de lo cual se consideraban listos para disfrutar de una cena relajante.
Las termas republicanas a menudo disponían de instalaciones de baño independientes para mujeres y hombres; pero en la época del imperio, la costumbre era abrir los baños a las mujeres durante las primeras horas del día y reservar el resto del día, es decir, desde las 2 de la tarde hasta la hora de cierre, al atardecer a los hombres.
Las termas eran, por así decirlo, espacios profanos que no estaban relacionados con altares ni con ningún tipo de patrocinio divino. No obstante, ciertas termas o baños minerales podrían estar asociados a ninfas de ríos locales o a dioses de la medicina. Las termas ofrecían un ambiente sensual y a la vez social. Algunas incluso disponían de salón de actos y biblioteca. El origen de esas instituciones se remonta a los albores de la cultura clásica y el énfasis de los griegos en todo aquello relacionado con el culto al cuerpo y la destreza física.
Los griegos consideraban el baño una parte de los rituales higiénicos asociados con los deportes. Sus gimnasios, que combinaban deporte y enseñanza, se consideraban lugares obligados para la relación social, y hasta los filósofos disertaban allí ante sus discípulos. Sin embargo, sus gimnasios estaban reservados primordialmente a los hijos de los ciudadanos libres y para entrenamiento militar. Esta situación cambió con Alejandro Magno y los baños del gimnasio pasaron a convertirse en un medio más social, tendencia que se acrecentó aún más en los baños romanos. De hecho, no había muchos ciudadanos tan pobres como para no poder asumir el coste de la entrada. Consciente del papel beneficioso que cumplían esas instituciones en la salud, la educación y el ocio de la gente, el estado romano asignó a la construcción y mantenimiento de las termas un lugar prioritario entre sus responsabilidades de gobierno.
Los edificios mayores suponían también el vehículo perfecto para la propaganda estatal. Sus espléndidos interiores estaban decorados con trofeos, inscripciones y esculturas que reflejaban las realizaciones y el poder del emperador. Las termas de Caracalla (212-216) son consideradas el ejemplo más desarrollado de las termas públicas romanas. El edificio principal (200 × 114 metros) estaba organizado en un recinto que contenía cisternas, pistas de atletismo, jardines, bibliotecas y tiendas.
La fachada principal es relativamente austera y sólo cuenta con unas pocas puertas, mientras que la posterior es abierta y soleada. Los juegos de luz y sombra constituían un rasgo importante. El primer estanque era el natatio o piscina. Aunque no estaba cubierta, los altos muros que la rodeaban por todos sus lados la mantenían en sombra la mayor parte de la tarde, es decir, fresca. El frigidarium o frigidario ocupaba el centro de la organización, y estaba cubierto por tres bóvedas de arista que se elevaban por encima del nivel de las dependencias circundantes, de modo que la luz que penetraba por las ventanas altas laterales bañaba el espacio interior. Las salas a derecha e izquierda conducían a la palaestrae, es decir, al gimnasio.
A continuación, se encontraba el tepidarium o tepidario, con pequeños estanques de inmersión de agua tibia a ambos lados. El punto culminante era el caldarium o caldario, una sala circular de 35 metros de diámetro, con amplias ventanas en los muros. El calor era suministrado por un horno bajo el suelo (el hipocausto).
Partes de las termas romanas
- Apodyterium: vestidor/guardarropa
- Caldarium: caldario, sala de baño caliente principal
- Frigidarium: frigidario, sala principal para tomar baños fríos, que a menudo contenía varias piscinas de agua fría
- Natatio: gran piscina de agua fría para nadar
- Nymphaeum: ninfeo, fuente decorativa o monumental
- Palaestra: gimnasio
- Sudatorium: sala para sudar
- Tepidarium: tepidario, sala templada para tomar baños tibios (entre el caldario y el frigidario)
Hacia la época del fin del imperio, en Roma había nueve termas públicas de envergadura apreciable que cubrían una proporción significativa de la ciudad. Son las siguientes:
Año
- 25 termas de Agripa
- 64 termas de Nerón
- 80 termas de Tito
- 104 termas de Trajano
- hacia 100 Termas de Sura
- 212-216 Termas de Caracalla
- hacia 250 termas de Decio
- 298-306 Termas de Diocleciano
- 320 termas de Constantino