El ensayo «Las siete lámparas de la arquitectura» de John Ruskin, publicado en 1849, es una obra fundamental en la crítica arquitectónica, que expone los principios esenciales de la arquitectura ligados a atributos morales. Ruskin, crítico de arte y arquitectura de la época victoriana, plantea que estos principios son inseparables del diseño arquitectónico y son cruciales para entender y valorar la arquitectura gótica sobre el renacentista.
En su principio de Belleza, Ruskin argumenta que la arquitectura debe inspirarse en la naturaleza. La belleza, según él, radica en la imitación de las formas naturales, como las líneas y estructuras observadas en el entorno natural. Este enfoque subraya la idea de que la arquitectura es una interpretación orgánica del medio ambiente, donde cada elemento decorativo debe tener su origen en la naturaleza.
La Verdad en la arquitectura, según Ruskin, se manifiesta en la honestidad estructural. Un edificio debe ser fiel a los materiales y métodos de construcción utilizados, sin intentar engañar a través de falsas representaciones. Por ejemplo, un techo gótico debe estar construido de piedra y no de madera recubierta para aparentar ser piedra. Este principio refuerza la integridad y autenticidad en el diseño arquitectónico.
El principio de Sacrificio se refiere al deber del arquitecto de subordinar sus deseos personales para cumplir con propósitos más elevados, como la creación de espacios que honren a Dios. Ruskin enfatiza que antes de añadir ornamentos, las estructuras deben ser funcionales y adecuadas para la vida diaria y la devoción.
El Poder en la arquitectura se relaciona con la presencia y la forma del edificio. Ruskin sostiene que la ubicación y la línea de visión son cruciales para resaltar la majestuosidad de una edificación. La continuidad de las líneas y la disposición espacial deben ser cuidadosamente consideradas para no interrumpir la percepción visual del edificio.
En cuanto a la Vida, Ruskin aboga por que los edificios sean el resultado del trabajo manual de artesanos y arquitectos locales. Sostiene que el carácter único y el valor de una construcción provienen de la dedicación y habilidad personal, en contraste con la producción en masa de la maquinaria.
La Obediencia en arquitectura, para Ruskin, implica adherirse a los estilos establecidos, particularmente el gótico inglés. La innovación por sí misma no debe ser el objetivo; más bien, los arquitectos deben respetar y continuar las tradiciones que han probado ser funcionales y estéticamente satisfactorias a lo largo del tiempo.
Finalmente, la Memoria se refiere a la importancia de preservar la historia y la cultura en la arquitectura. Ruskin subraya que los edificios deben ser construidos para durar y reflejar las tradiciones del lugar, sirviendo como testigos duraderos de la herencia cultural y arquitectónica para las futuras generaciones.
El ensayo de Ruskin, con sus siete principios de Belleza, Verdad, Sacrificio, Poder, Vida, Obediencia y Memoria, sigue siendo una referencia esencial para arquitectos, historiadores y amantes del arte. Su enfoque moral y ético en el diseño arquitectónico invita a una reflexión profunda sobre el propósito y la ejecución de la arquitectura, destacando la interconexión entre los valores humanos y las formas construidas. Este texto no solo celebra la belleza y funcionalidad de la arquitectura gótica, sino que también ofrece una guía para una práctica arquitectónica más auténtica y respetuosa con el legado cultural y natural.