El rascacielos es un tipo de edificio extremadamente alto, caracterizado por múltiples plantas habitables, que surge como resultado de la combinación de nuevos materiales de construcción, innovaciones tecnológicas y el desarrollo urbano moderno. Representa la convergencia de nuevos materiales, sistemas constructivos avanzados y nuevas actitudes hacia el capital y la representación arquitectónica. No surgió de forma repentina, sino que se tomó tiempo para sintetizar su función, producción y finalidad. La parte menos problemática fue proyectar la estructura, pero mejorar los ascensores y garantizar su funcionamiento, así como integrar fontanería, electricidad y calefacción, fue crucial. El éxito del edificio alto radicaba en la capacidad de integrar estas tecnologías de manera efectiva.
En la Exposición Universal de 1900 en París, los arquitectos del Pabellón de Estados Unidos promovieron este aspecto utilizando el recién construido edificio Broadway Chambers de 18 plantas en Nueva York como ejemplo. Presentaron una maqueta de cuatro metros de altura con una “piel” exterior de yeso removible, revelando el esqueleto de acero y las instalaciones internas. Este enfoque ilustró un ideal arquitectónico emergente.
Financieramente, la idea era sencilla: un inversor financiaba el edificio y utilizaba los mejores pisos, generalmente los bajos, alquilando los superiores a otras empresas. Los primeros rascacielos fueron construidos por bancos, compañías de seguros y periódicos, que los usaban como inversión y sede corporativa, además de como medio publicitario. Aunque la tecnología del esqueleto de acero estaba bien establecida en 1890, el reto principal para los arquitectos era la fachada.
Muchos proyectistas de la época preferían fachadas clásicas o góticas, pero en Chicago, que tenía más edificios altos que cualquier otra ciudad en la década de 1890, algunos desafiaron esta norma. Entre ellos, el estudio Daniel Burnham & Company proyectó el Edificio Reliance en 1894, un rascacielos de 15 plantas en acero y vidrio, diseñado por John Root y Charles B. Atwood. En contraste con el edificio Wainwright en Saint Louis (1890), de Dankmar Adler y Louis H. Sullivan, coronado con una pesada cornisa, el Reliance tenía una delgada “tapadera” cuadrada, y su última planta se convertía en un friso. Sus miradores avanzaban en el espacio, otorgando una dinámica interna al edificio.
La insistente verticalidad del Wainwright fue reemplazada por un aspecto estratificado en el Reliance, donde cada planta parecía flotar sobre la inferior, acentuada por la delicada ornamentación y el revestimiento cerámico blanco, que le daba un aspecto etéreo. Sin embargo, el Reliance fue una excepción; la mayoría de los rascacielos posteriores a la Exposición Universal Colombina de Chicago optaron por estilos históricos.
Un ejemplo es la sede de AT & T en Nueva York, diseñada por William Welles Bosworth, quien estudió en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), inspirado en la École des Beaux-Arts de París. La representación corporativa a finales de siglo era una forma de modernidad. El rascacielos, como las estaciones de tren de la década de 1860, competía en tamaño y magnificencia.
El Edificio Woolworth (1911-1913) en Nueva York, diseñado por Cass Gilbert, fue el rascacielos más alto del mundo en su construcción. Construido por Frank W. Woolworth, estaba revestido con elaboradas piezas cerámicas de inspiración gótica y su vestíbulo tenía bóvedas revestidas de mosaico, demostrando la capacidad de los arquitectos Beaux-Arts para trabajar en un mundo sintético cada vez más complejo.
El estilo Beaux-Arts sobrevivió no solo por su influencia académica, sino porque las corporaciones lo usaban para promoverse. La conciencia histórica y la referencia a logros arquitectónicos pasados eran parte de esta ambición. Por eso Bosworth copió las columnas del vestíbulo del edificio AT & T del Partenón, y en la cúspide del edificio Wrigley (1920) en Chicago, los arquitectos colocaron una reconstrucción del Monumento a Lisícrates en Atenas (334 a.C.). Esto proyectaba al capitalismo como revitalizador de la historia y combinador de opulencia con una ideología cultural europea.